Que si una víctima de violencia de género más, que si ya van treinta y pico en lo que llevamos de año, el politiquillo o politiquilla de turno diciendo que debemos frenar eso, la conexión con la organización de apoyo a víctimas machistas, el teléfono al que debemos llamar, etcétera, etcétera, etcétera.
No sé si la frivolidad de los medios a la hora de tratar este tema es causa o consecuencia de la concepción superficial que se tiene sobre este fenómeno social, donde la violencia machista se mide en número de muertes y no con cifras reales, en las que muchas mujeres sufren permanentemente los celos enfermizos, el maltrato psicológico, el "por qué vas tan maquillada" o el "ponte una falda más larga".
Este no pretende ser un post más sobre violencia de género, de hecho, ya hay muchos y mejores blogs que lo han tratado (Hombres, Mujeres y Feminismo, de la gran Lidia Baños, por ejemplo), yo solo vengo a contar un caso en particular que viví en primera persona y que me llamó la atención.
Hace unos dos meses asistí a una conversación en la que estaban presentes mi hermana mayor por parte de padre (llamémosla Rosa), mi abuela (Asun), la madre de mi hermana (Soledad) y mi padre. El tema de conversación eran los hijos y la familia en general. Mi hermana Rosa expresaba las ganas que tenía por ser madre, que en cuanto tuviera la vida un poco organizada se pondría a ello. Mi abuela a eso respondió que ella siempre había animado a sus hijas a tener hijos ya que, hasta que no eres madre, no te puedes poner en la piel de una de ellas y entender el sufrimiento que supone. Soledad estaba con ella. De repente, mi padre aparece de la cocina y dice tranquilamente que una mujer no tiene por qué tener hijos, ni tiene por qué pasar por ese "sufrimiento" de ser madre si ella no lo desea. Bueno pues, ese pensamiento que nos parece tan normal y que en Europa está tan asentado (cabe mencionar que todos los de dicha conversación son africanos, pero mi padre y mi hermana tienen mentalidad europea), a Asun y a Soledad les pareció una aberración. «Y una mujer que no tenga hijos, ¿qué va a dejar en el mundo?». «Eso, la mujer tiene que tener hijos para que sepa lo que es ser madre y criar». Mi padre cada vez se encendía más: estaba tratando con dos señoras de 70 años y origen africano que entre las dos suman más de 10 o 15 hijos: «Yo no entiendo esas prisas que tenéis porque las mujeres sean madres pronto. Si una mujer a los 25 no puede tener hijos porque no tiene casa o dinero, que se espere a tener eso y que luego los tenga". Las dos coincidían en que no, que la mujer tenía que tener hijos y además pronto, para que los pudiera cuidar bien. «Mira, yo he visto familias en Guinea con 7, 8, 9 hijos en las que la madre no puede cuidar de todos porque no hay comida para todos. ¿Dónde está el padre en esos momentos?». Lo bueno del caso es que ellas no se callaron, sino que siguieron defendiendo su tesis argumentando que «así nos han enseñado, somos las mujeres las que tenemos que buscar comida para nuestros hijos». «¡MENTIRA! El padre tiene la misma obligación de la madre de cuidar a los hijos, que para algo son de los dos. Y mis hijas seguirán siendo mis hijas y siendo mujeres con hijos o sin, yo las voy a querer igual». Así zanjó la conversación mi padre. Asun y Soledad se quedaron remugando por lo bajini con el argumento de «nos estás atacando sin motivo».
Reflexionemos.
Si habéis leído toda la parrafada (que por eso espero que estéis aquí), seguro que habréis odiado profundamente a Asun y a Soledad por pensar de esa forma. Sin que sirva de defensa o justificación, hay que entender que ellas no se educaron con la mentalidad europea o, sobre todo, con la mentalidad actual. Son dos señoras mayores con la mentalidad africana de hace 50 años, por lo que es conveniente cambiar el chip para entrar en sus cabezas.
Lo que vengo a decir con todo ello es que parece que la sociedad machista la fomentan los hombres machistas que se creen con el poder y los cojones de hacer lo que les plazca por el simple hecho de haber nacido varones. Y no, el asunto es mucho más profundo: no son tanto ellos, sino las madres y abuelas que inculcan ciertos hábitos y comportamientos hacia sus hijas y nietas. Yo era pequeña y poco reflexionaba sobre ello entonces, pero tengo el recuerdo de mi abuela Asun diciéndome: «una señorita debe sentarse con las piernas cerradas» (cuando es verano y, lógicamente, te espatarras en el sofá) o «una señorita debe tener siempre la casa ordenada. Nunca dirán "qué casa más bonita la de este hombre" sino "qué casa más bonita tiene esta mujer"». Un día se me ocurrió pensar, a lo que le contesté: «¿y un hombre sí puede sentarse con las piernas abiertas?». Sinceramente, no recuerdo qué contestó, pero a partir de ahí me empecé a plantear muchas de las pequeñas frases que me dijo respecto al tema.
Ahora, con 20 años, me doy cuenta de que son principalmente ellas las que, tanto a hijos como hijas como nietos como nietas son las que se encargan de mantener vigente la sociedad patriarcal. Como digo, ya no solo a chicas, seguro que también habrá chicos a los que se les habrá educado para ser hombres. Me gustaría que, en forma de comentario aquí o en Facebook o Twitter, hicierais memoria y contarais alguna frase mítica de vuestras abuelas en la que entonces no reparasteis y ahora os parece una muestra de lo que he contado, sea cual sea vuestro sexo.
Ahí va la mía: cuando Carme Chacón, exministra de Defensa, acudió embarazada a pasar revista a las tropas españolas, mi abuela (la materna, no Asun) soltó: «aquesta dona vé a fer es paperot i segur que a ca seva no té ni escurat*».
*Esta mujer viene aquí a hacer el papel de su vida y seguro que en su casa no tiene ni los platos fregados.